¿Está la mente en el cerebro?

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Si deseas ser un auténtico buscador de la verdad, es necesario que, al menos una vez en la vida, pongas en duda, en la medida de lo posible, todas las cosas (René Descartes)

Seguro que recordáis la película Matrix, en la que la humanidad vivía sin saberlo en un programa informático al que sus mentes estaban conectadas. Se basaba en ideas tan antiguas como el mito de la caverna de Platón o la ilusión en la que según el budismo vivimos. Pues bien, por sorprendente que pueda parecer, cuantas más investigaciones hacemos sobre el cerebro, más cuenta nos damos de que la conciencia existe independientemente de él.

Conciencia colectiva

Fred Lashley, primer estudioso moderno sobre la memoria, dijo: “Si no supiese que era imposible, diría que las memorias se almacenan fuera del cerebro”. Expertos en informática, trabajando independientemente, llegaron a la misma conclusión: es imposible para un cerebro almacenar todo lo que pensamos o experimentamos en la vida. El cerebro actuaría más bien como un receptor y transmisor de la información. Existiría una dimensión en la que se almacena esta información. Una especie de conciencia colectiva con la que conectamos para acceder a nuestra identidad y a nuestra memoria. Esta teoría indicaría que no tenemos acceso tan solo a nuestra propia información, sino también a información del pasado y del futuro.

En el artículo ¿Comprender la física cuántica? vimos el entrelazamiento cuántico y la influencia de unas partículas sobre otras independientemente de la distancia y el tiempo. ¿Podría esto esclarecer ciertas habilidades mentales que a día de hoy no tienen explicación, como la telepatía, precognición, telequinesia, curación a distancia, etc?


¿Está la mente en el cerebro?
Campos mórficos

Resulta interesante, en este sentido, la teoría de los campos mórficos, desarrollada por Rupert Sheldrake. Estos campos llevan información, no energía, y son utilizables a través del espacio y del tiempo sin pérdida alguna de intensidad después de haber sido creados. Son campos no físicos que ejercen influencia sobre sistemas que presentan algún tipo de organización inherente. Por ejemplo, en todas las especies naturales (incluso los cristales), cuando unos individuos aprenden algo, esa habilidad se extiende a los demás de su especie, sin importar el espacio ni el tiempo. Sería lo que Carl Jung llamaba inconsciente colectivo. El entrelazamiento se ha podido constatar también entre personas que han estado vinculadas entre sí, aunque permanezcan a distancia. Incluso bacterias que se hacen resistentes a antibióticos lo hacen a muchos kilómetros a distancia, lo que prueba traspaso de información no local.

Inconsciente colectivo

También se ha demostrado que el ADN puede “proyectarse” a sí mismo de una célula a otra a través de una señal electromagnética, sin contacto físico, una especie de equivalente genético de la “teleportación cuántica”. ¿Qué podría significar esto? El ADN es el único elemento permanente de cada célula del cuerpo y podría actuar como un elemento esencial entre la consciencia no local y nuestro organismo, una especie de "antena cuántica" para recibir información almacenada en ese espacio virtual mediante funciones de onda. Este inconsciente colectivo, como lo llamaba Jung, explicaría por ejemplo la coordinación de las abejas y las hormigas a distancia por la reina, y que, en el momento en que ésta falta, devenga el caos.

Los GNA (Generadores de Números Aleatorios) son unos dispositivos que generan aleatoriamente ceros y unos y que cumplen unos parámetros estadísticos. Se ha demostrado que cuando hay algún acontecimiento emocionalmente impactante a nivel global o que afecte a muchas personas se produce una indudable variación estadística en la generación normal aleatoria de ceros y unos por dichos aparatos. Esto implica que nuestra consciencia no se expresa solo a través de los sentidos sino también a través de procesos extrasensoriales. El físico David Bohm concluía, en este sentido, que existe una única energía que está en la base de toda realidad, que nunca existe una auténtica división entre el aspecto mental y el material.

La consecuencia de todas estas evidencias podría ser que amplias regiones del espacio y amplios períodos de tiempo pueden muy probablemente manejarse desde la consciencia e incluso moverse cuando ya no posee un anclaje a nivel neurológico (no exista físicamente).

En este sentido, Van Lommel, cardiólogo y profesor de Cardiología del hospital Rijnstate de Arnhem (Holanda), sostiene que nuestra consciencia no es otra cosa que una parte de la consciencia universal no local. De alguna manera nuestro cerebro funcionaría como un interfaz entre la consciencia individual y la consciencia universal no local que envía y recibe información de la misma manera que hoy en día guardamos nuestros datos “en la nube”. Al morir el cuerpo, la consciencia no podría seguir comportándose en forma de partículas, pero sí en forma de función de onda en el espacio no local. Para Van Lommel el fundamento de la consciencia se encontraría en la plenitud del universo, desde donde tendríamos una conexión no local con todo.

Nuestro cerebro funcionaría como un interfaz entre la consciencia individual y la consciencia universal no local que envía y recibe información de la misma manera que hoy en día guardamos nuestros datos “en la nube”


Teoría de los microtúbulos

Stuart Hameroff ha desarrollado, junto a Roger Penrose (colaborador nada menos que de Stephen Hawking sobre los agujeros negros) la teoría de que la consciencia está alojada en unas pequeñas estructuras llamadas microtúbulos que se encuentran en las neuronas. Cuando morimos, la consciencia pasa en forma de paquetes de datos que acrecientan la información contenida en este universo. Para ellos esa información cuántica contenida en los microtúbulos es imposible de destruir. Tan solo se distribuye y disipa a través de todo el universo.

Y terminamos con David Joseph Bohm, uno de los mejores físicos cuánticos de todos los tiempos, que considera a la mente y a la materia como interdependiente y correlacionada, pero no conectadas causalmente. Ambas están mutuamente envolviendo proyecciones de una realidad superior, que no es ni materia ni consciencia.


En definitiva, según éstas y otras personalidades del mundo científico que estudian la mente, habría que pensar que aquella no se encuentra en el cerebro sino que éste sería una especie de antena que nos conecta con ella y con la mente universal de la que forma parte. ¿Absurdo? Eso dijeron a Galileo Galilei cuando afirmó que la Tierra giraba alrededor del sol y no al revés, como todos daban por sentado. Quizás, después de todo, no seamos mucho más libres que la humanidad de Matrix, excepto cuando abandonemos nuestro cuerpo.

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