¿Existe la muerte?

El sentido - Comentarios -
Carl Sagan dejó entre sus reflexiones: “La ciencia no es solo compatible con la espiritualidad; es una profunda fuente de espiritualidad”. Y es que no podemos obviar que, por mucho avance que exista en determinados campos, somos aún ignorantes de nuestra propia realidad.

¿Y qué hay más real que la muerte? Por mucho que vivamos en una sociedad que la ignora e incluso la niega, alcanzará a nuestros amigos, familiares y a nosotros mismos de forma inevitable. Y, en relación con lo que decía Sagan, en este tema resulta especialmente interesante conocer qué tienen que decir tanto la ciencia como otras disciplinas.

Según el profesor Robert Lanza, de la Escuela de Medicina de la Universidad Wake Forest, en Carolina del Norte, nuestra manera clásica de pensar se basa en la creencia de que el mundo tiene una existencia objetiva independiente de un observador. Pero una larga lista de experimentos demuestran todo lo contrario. Asímismo subraya que "La muerte no existe en un mundo sin espacio ni tiempo. La inmortalidad no significa la existencia perpetua en el sistema temporal, sino que se encuentra completamente fuera del tiempo".

¿Demasiado atrevido? "Lo que nos aguarda tras la muerte es el mundo real, y toda la vida en este mundo es solo una preparación para ella". La frase es del filósofo griego Platón (siglo V a. C.) El mundo es una ilusión - escribió Aldous Huxley antes de morir en 1963 - pero es una ilusión que debemos tomar en serio, porque es real mientras está. Ambas afirmaciones nos hablan claramente de una realidad después de la muerte que deja en una especie de sueño lo que vivimos aquí y ahora.

La psiquiatra suizo-estadounidense Elisabeth Kübler-Ross (1926-2004) fue pionera en estudiar las emociones de las personas que saben que van a morir y en proponer cuidados paliativos. Autoridad mundial en este campo, las conclusiones de sus investigaciones han dado como fruto casi una veintena de obras (en castellano, se han publicado algunos de sus libros, como “La muerte, un amanecer”, “La rueda de la vida” o “Lecciones de Vida”), y por ellas recibió hasta 23 doctorados honoríficos y multitud de reconocimientos. En el primero de sus libros mencionados, la Dra. Ross dice: "Cuando se abandona el cuerpo se encuentra en una existencia en la cual el tiempo ya no cuenta, o simplemente ya no hay más tiempo, del mismo modo en que tampoco podría hablarse de espacio y de distancia tal como los entendemos, puesto que en ese caso se trata de nociones terrenales". ¿Nos suena a las palabras del profesor Lanza? Y, más específicamente: "El cuerpo físico no es más que una casa, un templo, el capullo de seda en el que vivimos durante un cierto tiempo hasta la transición que llamamos muerte. Cuando llega la muerte, abandonamos el capullo de seda y somos libres como una mariposa".

¿Existe la muerte?

Como hemos visto en nuestro artículo “¿Está la mente en el cerebro?” las investigaciones llevan a pensar que el cerebro media en la consciencia, pero no la produce. Básicamente, esto lo que sugiere es que somos seres espirituales que tienen experiencias humanas. Parece que nuestra consciencia es eterna.

Todo lo mencionado pueden parecernos teorías científicas y filosóficas pero, más allá de éstas, no podemos ignorar algunos campos de investigación basados en experiencias vividas por millones de personas y estudiadas hace décadas, como son las Experiencias Cercanas a la Muerte o ECM (que hacen referencia a lo que experimentan sujetos clínicamente muertos a los que se logra reanimar y, por tanto, pueden compartirlo posteriormente), las experiencias extracorpóreas o fuera del cuerpo (EFC) o la mediumnidad (facultad de la que dispone un médium para ponerse en contacto con las personas ya fallecidas u otras entidades de otros planos o realidades).

El libro Vida después de la Vida supuso en 1975 un auténtico tsunami en el debate mente-cuerpo a nivel mundial. Su autor, el doctor Raymond A. Moody, introdujo por primera vez la expresión “experiencias cercanas a la muerte” (ECM). La clase médica oficial se posicionó rápidamente calificando las ECM de meras alucinaciones.

El cardiólogo Pim Van Lommel no creyó en esa explicación oficial. En 1981 publicó en la prestigiosa revista Lancet una primera investigación sobre las experiencias de pacientes que habían sufrido una ECM. Decidió crear una red de investigación con otros diez hospitales holandeses iniciando un estudio clínico prospectivo de 344 pacientes que acabó sacudiendo a la clase médica y a la opinión pública mundial. Lo que realmente nos ha venido a aportar el trabajo de Pim Van Lommel es la posibilidad de considerar que exista una conciencia no local que nos trascienda, que se encuentre al margen del Tiempo y del Espacio, sin una base material biológica, que pueda sentirse con independencia de la función cerebral en otro nivel inmaterial. Nos encontraríamos, por primera vez, ante una conclusión de enorme trascendencia para entender el concepto de vida después de la muerte: la conciencia no está en el cerebro.

Desde entonces son innumerables los estudios científicos que se han realizado. Las estadísticas de estas vivencias son abrumadoras: 9 millones de casos registrados sólo en Estados Unidos, 2 millones en el Reino Unido, unos 600.000 en Países Bajos.

El aspecto que más desconcierta a todos los investigadores y que ofrece más credibilidad a la posibilidad de una consciencia fuera del cuerpo es el conocimiento de hechos acaecidos durante la muerte clínica por parte de los afectados que resultaban imposibles de que conocieran, incluso de acontecimientos ocurridos fuera de la habitación donde están, así como revelación de sucesos futuros que terminan cumpliéndose, conocimiento de hechos pasados que desconocían y que luego se verifican, etc. La casuística es ingente y los testimonios resultan estremecedores.

ECM

Los expertos en ECM coinciden en que la primera fase por la que atraviesan los protagonistas es la experiencia fuera del cuerpo. El sujeto siente que sale de su cuerpo físico, flota sobre él, observa la escena desde un punto de vista privilegiado y elevado, e incluso oye cómo le declaran muerto. Entre los elementos más comunes de esos relatos se encuentran la inefabilidad de la experiencia o dificultad para explicarla con palabras, el encuentro con otros seres espirituales, el reencuentro con familiares fallecidos, la amplificación de la conciencia, la intensificación de la realidad, las experiencias sensitivas transversales, la ausencia de restricciones físicas o psicológicas, la experiencia extracorpórea, el desapego al cuerpo físico o a lo material, la obediencia a órdenes superiores, la presencia de elementos similares como el paso por un túnel, una luz cegadora, una música incomparable o una puerta que se desea atravesar pero que no tiene retorno. 

Quienes vuelven de una ECM coinciden en el profundo impacto que deja la experiencia, y suelen experimentar cambios radicales en sus vidas. Algunos sufren efectos secundarios: depresión por haber regresado al cuerpo, problemas con el tiempo o con sus relojes, visiones del futuro, adquisición de poderes psíquicos o extrasensoriales, capacidades de clarividencia o de intuición agudizada… Y casi todos transforman su escala de valores hacia una vida más empática y orientada a lo espiritual. 

El aspecto que más desconcierta a todos los investigadores y que ofrece más credibilidad a la posibilidad de una consciencia fuera del cuerpo es el conocimiento de hechos acaecidos durante la muerte clínica por parte de los afectados que resultaban imposibles de que conocieran, incluso de acontecimientos ocurridos fuera de la habitación donde están, así como revelación de sucesos futuros que terminan cumpliéndose, conocimiento de hechos pasados que desconocían y que luego se verifican, etc. La casuística es ingente y los testimonios resultan estremecedores.

Experiencias fuera del cuerpo

A las experiencias extracorpóreas o fuera del cuerpo (EFC) se las llama de muchas formas —viaje astral, desdoblamiento, experiencia exomática, proyección de conciencia, viaje al mundo de los espíritus...—, pero no es necesario morir para tener una. De hecho, este tipo de vivencia es tan antigua como la misma humanidad y son varios los métodos que se han practicado para inducirlas —meditación, drogas, estados de trance, ritos de iniciación, rituales chamánicos...—, aunque algunas personas las han podido tener de forma involuntaria y totalmente espontánea. En el Instituto Monroe se especializaron de tal manera a la hora de inducir EFC que la mismísima doctora Kübler-Ross, la gran eminencia en ECM, se plantó un buen día frente a Monroe dispuesta a investigar con él, llegando a declarar: «Nuestras investigaciones en este campo han sido confirmadas por experiencias científicas realizadas en colaboración con Robert Monroe [...].


Mediumnidad

La mediumnidad desgraciadamente sufre un enorme desprestigio debido a la gran cantidad de farsantes y estafadores que se han hecho pasar por médiums para ganar dinero a costa de los dolientes de personas fallecidas, y no cabe duda de que hay que poner muy en cuestión cualquier atribución de dones de este tipo. Sin embargo esto no debe hacernos caer en el error de negar que el fenómeno existe. Afortunadamente, en los últimos años, y cada vez con mayor frecuencia y aceptación, se han llevado a cabo experimentos con médiums sometidos a un férreo control —estudios a doble, triple y hasta quíntuple ciego— que han arrojado resultados positivos. Aplicando protocolos estrictamente científicos como el llamado “sujeto por poderes” (la persona está aislada del médium y toda la comunicación se establece a través de un tercer sujeto ajeno al contexto investigado), se han obtenido tasas de acierto irrefutables que han proporcionado auténticas evidencias de una comunicación real con los seres de la otra dimensión.

Comunicaciones Post Mortem

Las llamadas Comunicaciones Post Mortem (CPM) son esas señales personales y casi siempre espontáneas que en general se presentan sin ser solicitadas, y cuyo origen o procedencia inmediatamente atribuimos sin ningún género de dudas a una persona que ha fallecido. Por encima de todo, son inconfundiblemente claras y cargadas de significado para quien las recibe. Quizás por eso actúan a modo de impacto emocional en la psique del receptor. Por ejemplo, encontrar al sentarnos en un banco un ejemplar abandonado del último libro que leyó un familiar fallecido y comprobar que ese día es el aniversario y en ese mismo instante la misma hora de su muerte. 

En su teoría de la sincronicidad, Carl Jung estaba convencido de que todos tenemos acceso a una fuente común de información del mismo modo que las partículas subatómicas comparten su energía. ¿Cómo se conectan y se activan? Por vibración, por resonancia. La física cuántica viene a decirnos que una sincronicidad es posible por el hecho de que tanto el observador como el evento observado están entrelazados y proceden de una misma fuente. Es como si todo lo que ocurre en el universo sucediera, en realidad, dentro de una sola mente. 

En cualquier caso es la experiencia subjetiva la que confiere valor a la "coincidencia" y hace que el evento fortuito supere al simple azar, reconociendo la materialización de lo que identificamos como una señal inequívoca. Jung, lo mismo que Pauli, el eminente físico con el que trabajó, pensaba que la sincronicidad era una expresión de lo que denominaron «unus mundus», una realidad unificada subyacente de la que emerge todo lo que vemos y a la que todo regresa. Para Jung la improbable pero significativa coincidencia de una sincronicidad era posible por el hecho de que tanto el observador como el evento observado brotan de una misma fuente, de ese unus mundus.

¿Existe la muerte?

En las experiencias cercanas a la muerte hay presencia de elementos similares como el paso por un túnel, una luz cegadora, una música incomparable o una puerta que se desea atravesar pero que no tiene retorno.



Percepción extrasensorial

La percepción extrasensorial consiste en la capacidad de conseguir información sin emplear los cinco sentidos clásicos. Todos gozamos de un sexto sentido que —lo admitamos o no— ejerce un efecto transformador en momentos importantes de nuestra vida. A menudo se manifiesta a través de los sueños, a veces en visiones, y otras, en coincidencias. Existen evidencias empíricas de que, en ciertas ocasiones, muchas personas, por ejemplo, pueden literalmente percibir acontecimientos futuros. 

Se ha demostrado que la mayoría de las precogniciones y premoniciones tienen lugar durante el sueño. Como si, al inhibir nuestra mente consciente, pudiéramos entrar en sintonía con esos campos morfogenéticos a los que aludía Sheldrake o el unus mundus de Jung y Pauli. Si alguien sueña que el coche de su amigo tiene un accidente y por la mañana se entera de que éste ha sucedido realmente, resulta muy difícil sustraerse a la posibilidad de que «algo» le envió un aviso o que existía cierta telepatía entre ellos. Ante un hecho de estas características las matemáticas pierden la partida porque, aun llegando al acontecimiento vía probabilidad, no podría dar respuesta al significado personal que dimana de la coincidencia. Por esa razón la espiritualidad se convierte en un instrumento importante de las «causalidades», porque ofrece el tipo de respuesta subjetiva que permite que sucesos convergentes cobren un significado pleno.

Hemos intentado acercarnos a este sensible tema desde la ciencia, la filosofía, las investigaciones más importantes basadas en miles de casos reales de experiencias y de personas con innegables facultades, así como del estudio de esas señales personales de un profundo significado subjetivo llamadas sincronicidades; todo ello basándonos en lo escrito por verdaderas autoridades en estas materias. Vuestras son las conclusiones en algo que siempre será una íntima creencia personal pero de lo que, no por ello, deberíamos dejar de investigar y de reflexionar pues, como hemos visto, los hallazgos de los estudios son, en muchas ocasiones, sorprendentes.


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