¿Qué es real?

El sentido - Comentarios -
Sentada una noche al lado de un poeta amigo viendo la actuación de una gran ópera bajo una carpa iluminada, el poeta me tomó del brazo y apuntó a lo alto silenciosamente. Disparada desde la oscuridad, una enorme polilla cecropia atravesó volando de luz en luz por encima de la posición de los actores. “Ella no sabe” murmuró excitado mi amigo, “que vuela por un universo extraño e iluminado pero invisible para ella. Se encuentra en otra obra; no nos ve. No sabe. Quizás nos está sucediendo eso ahora mismo a nosotros.” (Loren Eiseley)

Para nosotros puede parecer claro qué es real y que no, en base a nuestra observación del mundo a través de nuestros sentidos y nuestra experiencia. Sin embargo, resulta sorprendente cuánto de engañados estamos al creer que lo que vemos y pensamos es real, ya que nuestro cerebro tiende a simplificar las cosas para que nos resulten útiles y fáciles, pero no tienen por qué ser necesariamente verdaderas. Cuando se dice que vivimos en un sueño esto es, a muchos niveles, exactamente así.

Las observaciones de Galileo Galilei en el siglo XVII ya contradecían la observación que se tenía de la realidad. De hecho, sus conclusiones fueron - y lo siguen siendo - cuando menos desconcertantes, pues vemos el Sol moverse por la esfera celeste y no al revés, como sostenía Galileo. Es decir, sus cálculos matemáticos concluían que la Tierra orbitaba al sol, cuando la experiencia y la lógica de nuestros sentidos nos decían lo contrario. El nuevo saber científico, además de la observación y la prueba, se permitía incorporar en el método deductivo no solo la descripción matemática de un fenómeno sino su desarrollo a través del cálculo; y a ambos le daba la dimensión de realidad. Por tanto, aquella se explica desde fenómenos que no tienen por qué ser observables.

En el siglo XX se descubrió que los átomos no eran partículas irrompibles y sólidas como se pensaba. Se revelaron como una matriz compleja de fuerzas superpoderosas pero no materiales. No se trataban de nada material, sino de relaciones de energía. Además Einstein demostró que el espacio no estaba realmente ahí, pues se doblaba, se estiraba y estaba inextricablemente relacionado con el tiempo. Luego entró en juego otro factor: la conciencia. Los experimentos en mecánica cuántica no sólo revelaron que se puede detectar la conciencia, sino que además, a nivel subatómico, no había modo de no hacerlo, porque la conciencia del espectador lo unía a todo lo que él o ella observara. Las reacciones atómicas se mantienen en un estado suspendido en el que al mismo tiempo sucede y no sucede hasta que la conciencia entra en juego y la afianza a la realidad. Conforme los experimentos se volvieron más sofisticados, el papel clave que desempeña la conciencia fue cada vez más claro, aunque siguiera siendo imposible de explicar. La conciencia está tan vinculada a la realidad que no se puede concebir la misma sin ella.

Lo “posible” también es real

Werner Heisenberg (autor del principio de incertidumbre de la mecánica cuántica y de la interpretación de Copenhague) desarrolló la idea, en su libro “física y filosofía”, publicado en 1958, de que el concepto de “onda de probabilidad” no deja de ser una versión cuantitativa de la idea de potencia de Aristóteles. Sostiene que esas cosas potenciales que, usualmente, están fuera de los límites de nuestra concepción de “lo real”, deberían incluirse en ella. Es decir, la realidad no estaría solo articulada por la res extensa (la “materia” propiamente dicha en la terminología cartesiana), sino también por la res potentia (todas las potencialidades dadas en esa “materia” y en los procesos en los que se encuentra inmersa).

La física cuántica plantea, por tanto, que nuestra concepción de la realidad es demasiado estrecha y que, si aceptamos que “lo posible” también es real, todo adquiere sentido. El árbol que puede surgir en un futuro de una semilla ya debe considerarse real (el espacio y el tiempo son conceptos de nuestra mente) así como todo lo que podremos hacer y alcanzar en nuestras vidas, suceda o no, ya es real.

Nuestra realidad

Percibimos el mundo a través de nuestros sentidos y tal como lo interpreta nuestro cerebro. Eso significa que nuestro mundo está dentro de nuestra cabeza y que el mundo real debe distar mucho de lo que nosotros consideramos que es. De hecho, ni siquiera somos capaces de distinguir la realidad de la imaginación, aunque en apariencia sí lo hagamos. Nuestro cerebro compara continuamente lo que percibe con los modelos almacenados en la memoria y elige como "real" el que parece más acorde con esos modelos. Según las teorías más modernas la consciencia sería un sistema cerrado modulado gracias a las entradas sensoriales de nuestro entorno. Viviríamos en algo así como en un sueño constante alimentado por los sentidos. Ese otro universo que no percibimos, mucho mayor, no está lejos desde el punto de vista físico, simplemente existe en una frecuencia distinta. Está aquí mismo y ahora mismo, pero no somos conscientes de ello porque estamos cerrados a las frecuencias en las que se manifiesta.

El físico Niels Bohr dice que cuando se entra con suficiente profundidad, las cosas ya no funcionan con ese principio ordenado de esto o aquello, sino con un principio de tanto esto como aquello. Una cosa es cierta y su opuesto es verdad. Somos uno con el universo y somos individuos. El tiempo se mueve hacia adelante y se mantiene quieto. Una partícula está de este lado del universo, y sin embargo, en ese mismo momento, está también del otro lado.

Básicamente, el entrelazamiento implica que en niveles muy profundos, las separaciones que vemos entre objetos ordinarios y aislados son, en cierto sentido, ilusiones creadas por nuestra percepción limitada. La realidad física está conectada de formas que apenas comenzamos a comprender. Nuestras almas, nosotros, nuestras experiencias, nuestra existencia: nada de esto está aislado. El universo no es un lugar de separación, sino de entrelazamiento. De alguna forma estamos "programados" para percibirlo así, pero siendo real para nosotros, al mismo tiempo no lo es.

Según los postulados de la física cuántica no somos un mecanismo de relojería sino, más bien, un complejo sistema interconectado que se extiende en el espacio y en el tiempo. De este modo, todos nuestros pensamientos, todas nuestras experiencias, todas nuestras emociones afectan al entorno y, también, a los demás.



Nuestra mente como parte de la mente universal o inconsciente

En niveles muy profundos, las separaciones que vemos entre objetos ordinarios y aislados son, en cierto sentido, ilusiones creadas por nuestra percepción limitada.



¿Qué es la realidad?

Hay dos maneras de dejarse engañar. Una es creer lo que no es cierto, la otra negarse a creer lo que es verdad. (Soren KierKegaard)

Hemos visto que nuestra realidad es meramente sensorial, aquello que sobrevive a los sentidos. Tan solo una mínima parte de lo captado por los sentidos es procesado. Pero más allá de los sentidos existe todo un universo de información que somos incapaces de percibir.

En cada instante estamos al borde de la paradoja conocida como La flecha, descrita hace más de 2.500 años por el filósofo Zenón de Elea. Comenzando lógicamente con la premisa de que nada puede estar en dos lugares a la vez, él razonó que una flecha está sólo en un lugar durante cualquier momento de su vuelo. Pero si está sólo en un lugar debe de estar en reposo. La flecha debe, por tanto, estar en reposo en cada momento de su vuelo. Lógicamente, el movimiento es imposible. Sin embargo, ¿es imposible el movimiento? O más bien, ¿es esta analogía prueba de que el movimiento progresivo del tiempo no es una característica del mundo externo sino una proyección de algo dentro de nosotros mismos? El tiempo no es una realidad absoluta sino un aspecto de nuestra consciencia.

El principio de indeterminación de Heisenberg tiene su raíz aquí: la posición (lugar en el espacio) pertenece al mundo de afuera, y el movimiento (que involucra lo temporal) pertenece al mundo interior. Dos mil quinientos años después, la paradoja de Zenón finalmente adquiere sentido. La escuela filosófica de Elea, que Zenón defendió brillantemente, tuvo la razón. También Heisenberg cuando dijo: “Una trayectoria sólo existe si alguien la observa”. No existen ni el movimiento ni el tiempo sin la vida.

El cerebro convierte información electroquímica desde nuestros cinco sentidos en un orden, una secuencia: en un rostro, en un árbol, etc. Es decir, en una totalidad unificada en tres dimensiones. Nuestro cerebro transforma información sensorial en algo tan real que pocas personas se preguntan siquiera cómo sucedió eso. Si nos detenemos y pensamos en ello por un momento, nos daremos cuenta de que nuestras mentes son tan increíbles que raramente nos hacemos la pregunta acerca de si el mundo es otra cosa de lo que nos imaginamos que es.

Con seguridad existe otro sistema de información que corresponde a otras realidades físicas, universos basados en lógicas completamente distintas a la nuestra y que no se fundamentan en el espacio y el tiempo. El universo del espacio y el tiempo pertenece únicamente a los animales de esta base genómica.

¿Quiénes somos nosotros?

Si entendemos la vida como “materia consciente” y creemos que la consciencia determina la realidad, habría que preguntarse entonces cómo y de dónde surge la vida. ¿Surge la consciencia de la materia o es aquella la que la modela para manifestarse? Intentar rastrear la vida hasta sus orígenes más simples es una cosa, pero asumir que la vida emergió espontáneamente de materia inorgánica es otra muy distinta. ¿Cuáles son las probabilidades de que los átomos se unan para formar la más sencilla célula capaz de reproducirse? Christian de Duve, premio Nobel de Medicina en 1974, no duda en afirmar lo siguiente en su libro La célula viva: «Si equiparamos la probabilidad del nacimiento de una bacteria a la probabilidad de ensamblar por azar todos los átomos que la componen, ni siquiera una eternidad bastaría para producir una de esas células.» Conclusión: la probabilidad de que la vida, es decir, la consciencia de la materia, surgiera “por azar” de la combinación de determinadas condiciones, es tan abrumadoramente insignificante que no podemos sino entenderlo como un acto de voluntad.

¿A qué conclusiones podemos llegar?

Es más fácil desintegrar un átomo que un prejuicio. (Albert Einstein)

El científico contemporáneo Fritjof Capra (doctor en física teórica de la universidad de Viena) en su libro El Tao de la Física, hace un profundo análisis sobre la física moderna, y la compara con las milenarias doctrinas budistas y taoístas. En este estudio demuestra que la física cuántica se basa en principios muy similares a los que ya dejaron escrito los místicos orientales, viendo el Universo como un Todo íntimamente interconectado, un flujo incesante de energía del que todos formamos parte. Una conclusión a la que la ciencia y el misticismo llegan desde caminos dispares. El doctor afirma: “El nuevo tipo de interconexión recientemente observado, no solo refuerza las similitudes existentes entre los conceptos de físicos y místicos sino que también presenta la intrigante posibilidad de relacionar la física subatómica con la psicología de Jung y, tal vez, incluso con la parapsicología, arrojando al mismo tiempo cierta luz sobre el importante papel jugado por la probabilidad en la física cuántica”.

La gran ignorancia humana está en no saber qué se es. Según los estudios de la física cuántica somos energía. Aseguran que la materia es hueca, formada por átomos y que estos átomos también son huecos en su interior. Del mismo modo, éstos se componen de unos electrones en órbita que solo si se les observa existen, y que no se localizan en ninguna parte en concreto. La concepción que se tenía sobre la materia cambia sustancialmente, cosa bien distinta es si lo comprendemos o no. La comprensión es el siguiente paso para alcanzar otro salto evolutivo. 

Lo que es seguro, como hemos visto, es que la realidad es mucho más compleja de lo que podemos percibir y la manera en que nos relacionamos con ella es muy diferente de lo que pensamos. Nuestra misma esencia parece mezclarse de forma intangible con el Todo. Volvemos al punto de partida, pues aunque parece cierto que vivimos en un sueño también lo es que somos un misterio y el mundo un lugar asombroso. No demos nada por cierto, seamos escépticos, pero nunca dejemos de mirar, pues quizás lo que debemos ver esté justo ahí, ahora mismo, delante de nosotros.

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